jueves, 10 de enero de 2013

"¿Palabras de Él?"


¿Palabras de Él?”


Palabras preliminares

El 26 de enero del año 2012, el portal de Internet Atrio tuvo a bien publicar este artículo. El único que he logrado publicar en ese portal que pretende concitar el diálogo sobre lo profano y lo sagrado. Habiendo protagonizado en ese portal algunas controversias, entiendo que por defender un servidor la doctrina del Magisterio y, empero, la mayoría de los foristas de Atrio la heterodoxia, la disidencia eclesial, etcétera, quiero agradecer la acogida que siempre me han dispensado. En nombre de la libertad de buscar la verdad como hijos e hijas de Dios: lo cortés no quita lo valiente.

    Sin ninguna duda, también discrepando de muchos de los foristas de ese portal o web, he salido ganando, en lo cultural y en lo espiritual y hasta en lo eclesial católico. Agradecido, impulsores de Atrio.

     El artículo a que me quiero referir se titula “¿Palabras de Él?” A punto de cumplirse un año de su publicación en esa página, vuelve monseñor Demetrio Fernández, actual obispo de Córdoba, a ser protagonista de una polémica, aireada en algunos medios de comunicación de masas y aun en sectores de la sociedad española, por causa de un artículo de prensa en que se muestra muy crítico con la ideología de género, a la que acusa de ser una de las causantes de la crisis de la familia tradicional.

     Como tengo ocasión de reconocer en Atrio, concretamente en la encendida controversia suscitada por el artículo "El Obispo y el género: ¿incultura o maldad?", del economista Juan Torres López, en esta ocasión me alineo con la postura del obispo católico, que entiendo es la del Magisterio, con todo lo que ello comporta de crítica y de rechazo a mi posicionamiento, por parte de amplios sectores de la progresía, incluida la eclesial o paraeclesial, no poca de la cual, o alguna de ella, al menos, sin embargo -o sin que parezca importar o estorbar-, sigue comiendo, en lo profesional, en lo existencial, de la mano de la Iglesia a la que muerde. Realidad cuya denuncia pública te lleva a ser incluso descalificado en el seno de la Iglesia misma, digo en amplios sectores de ella.

     En el artículo “¿Palabras de Él?” me muestro no obstante un poco más crítico con las declaraciones del obispo español D. Demetrio. Sin por ello mostrarme opuesto a la doctrina del Magisterio, por más que sigo sin entender cómo es posible que la Iglesia católica, por boca de sus pastores (en esta oportunidad, monseñor Demetrio Fernández) condene la ideología de género, el feminismo, siquiera en sus formas más radicales, y las movidas de los colectivos LGTB, y sin embargo consienta en su seno la realidad de cierto número de más bien burócratas (mujeres y hombres) que, en lo profesional, viven gracias a la Iglesia católica (escuela católica, facultades teológicas, centros asistenciales confesionales...) pero que doctrinalmente se apartan de aspectos o núcleos esenciales de la doctrina de la fe católica.

     No lo entiendo. Y por no entenderlo y por protestar contra ello, a estas alturas de la película, es decir, de mi vida, ya conozco que soy difamado ácidamente, también en conciliábulos eclesiales católicos: “que si loco, que si cátaro, que si fanático, que si resentido, que si integrista, que si difamador de la Iglesia...” En lo que constituye una rastrera estrategia de golpear bajo, en toda la línea de flotación personal: acusarlo a uno de haber perdido el juicio, para así machacarlo y anularlo a uno. Ni caso.

     De ahí que a menudo me sienta tentado a profundizar en el universo existencial que expresan poemas como el titulado “Momentos felices”, del comunista y ateo Gabriel Celaya; como que se trata de un largo texto, conversacional, de poesía intencionadamente prosaica, reivindicante de una reconciliación con la finitud. En una línea socialista, esto es, comprometida (verbigracia, uno de sus más ilustres representantes en España, D. Enrique Tierno Galván), y no postmoderna, individualista, nihilista (tipo o vía Lipovetsky: La era del vacío).

     Vamos, pues, con ese artículo publicado hace algo menos de un año. Artículo que me gustaría encabezar con esa obra maestra de la canción popular de todos los tiempos titulada “Ne me quitte pas”, del cantautor e inimitable intérprete belga Jacques Brel, que sigue siendo uno de mis preferidos de su género.

     Se trata de una de las canciones de amor más desgarradoras, trágicas, desesperadas y a la vez conmovedoras jamás escritas. La forma interpretativa de Jacques Brel -ilustre belga que llegó a veranear en Gran Canaria, al igual que llegó a entrenar aquí, según me aseguraba mi padre, que en paz descanse, nada menos que Eddy Merck, otro ilustre belga, acaso el mejor ciclista de todos los tiempos-... Se queda uno sin palabras: gozo total. Y eso que es una pieza magistral interpretada (en verdad, una de las canciones más versionadas de la música popular moderna) por gigantes de la talla de Edith Piaf, Charles Aznavour, Nina Simone, Frank Sinatra, Marlene Dietrich, Shirley Bassey, Johnny Halliday, Yves Montand, Ray Charles... Casi nada al aparato.

     A decir verdad, la génesis de la canción es poco “católica”, en el sentido de que, compuesta por Jacques Brel en 1959, viene a ser una crónica de su ruptura con Suzanne Gabriello, embarazada en el momento de la ruptura, y que acabaría abortando tras rehusar Brel a su paternidad. Ciertamente, me importa nada que nada tenga que ver con el contenido del artículo de marras, ni con la trayectoria del obispo Demetrio, que acaso ni guste de esa canción; únicamente querría un cierto consentimiento del público lector.

     Por último o por lo demás, al final del artículo, como postre digestivo, me nace de mi deseo de vivir invitar a los lectores a que sean por unos minutos felices, a que vuelvan a serlo, como lo suelo ser yo siempre que la escucho, con la también desgarradora tristeza de “La chanson des vieux amants”, igualmente de Jacques Brel. Otra historia de amor trágica, desgarradora, incomparablementre cantada por el ilustre ciudadano belga. Está a la altura de “Ne me quitte pas”, sin duda, hasta el extremo de que no puedo sino preferirlas a las dos, por igual. Por fortuna, no son dos mujeres a las que amar por igual -si esto fuera posible, que no lo sé-, sino dos inmortales canciones a las que preferir al mismo tiempo.


Meollo del artículo (o cuerpo de la cuestión)




Desde luego, sí que han alcanzado notable eco mediático unas recientes declaraciones públicas de monseñor Demetrio Fernández, actual obispo de Córdoba (España, no la Córdoba argentina), a propósito de su última carta pastoral. Hasta el extremo de que el propio prelado acaba de manifestar a distintos MCS (medios de comunicación social) que “se alegra de que la palabra de Dios suscite mucho atractivo”.

     Recordemos: en su carta pastoral, al parecer extensa -y que quien estas líneas escribe no ha leído entera, mea culpa-, el obispo católico exhorta a que los cristianos no caigan en el pecado de la fornicación. En realidad, la carta pastoral en cuestión es una explicación más o menos exegética y catequética de la lectura evangélica de una misa dominical, no recuerdo si de este domingo pasado (l5-l-20l2) o del anterior. Convencido al parecer el prelado católico de que no pocos medios de comunicación de masas, el cine, la televisión y hasta la escuela pública fomentan el libertinaje sexual, no ha tenido pelos en la lengua y lo ha denunciado. Con la consecuencia inevitable, una vez altavoceadas mediáticamente sus palabras: tirios y troyanos lanzan, respectivamente, loas y flechas no precisamente de Cupido contra el obispo, contra sus opiniones.

     A nuestro juicio, las opiniones del obispo Demetrio no inventan nada que no esté ya bimilenariamente inventado; esto es, explican la que viene siendo doctrina moral de la Iglesia católica desde hace 20 siglos. Basada en los Evangelios, la Tradición y el Magisterio, en efecto es esa, esa es la doctrina moral de la Iglesia. Nada que objetar al obispo: la humanización de la sexualidad, según la doctrina moral de la Iglesia católica (la propuesta moral de la Iglesia ortodoxa, que excepcionalmente acepta el divorcio y aun los métodos anticonceptivos, es un pelín más suave, y no digamos la de los grupos del protestantismo liberal, que aceptan incluso la homosexualidad entre sus fieles y la bendice), sigue siendo ardua tarea, un auténtico camino estrecho frente al ancho y regalado que propone el mundo.

     Sin embargo, nos preguntamos si, sabedor el obispo Demetrio del eco mediático que iban a poder alcanzar sus opiniones sobre tan delicado asunto, por qué no aprovechó para reconocer públicamente que también la Iglesia católica está llena de fieles pecadores -empezando por quien estas líneas escribe, siguiendo por él, obispo, etcétera-: los cientos y cientos de pederastas, por ejemplo, que hacen y han hecho inmensamente más daño que el que puedan hacer dos adultos que, libremente, deciden mantener relaciones sexuales al margen del matrimonio. ¿Quizá porque no era el momento de reconocerlo? ¿Quizá porque la doctrina de Iglesia católica “en bloque” a menudo da la impresión de defender más los derechos de los “no nacidos” (oposición al aborto, a toda posibilidad de anticoncepción, etcétera) y aun los de los enfermos y personas mayores para el “bien morir” (oposición a la eutanasia, por ejemplo) que los derechos de mera justicia por el “bien vivir” desde la solidaridad, la libertad, la fraternidad y la justicia, que son precisamente, estos últimos del “bien vivir”, valores que anticipan el Reino de Dios?

     Consideramos que también podría haber aprovechado el obispo Demetrio la ocasión para denunciar el turbio asunto de Cajasur, gordísima corrupción bancaria y financiera en la que se vieron implicados personalidades y sectores de la Iglesia católica en toda Andalucía. ¿Tampoco lo denunció porgue no era el momento? ¿No lo denunció porque ni se le pasó por la cabeza? ¿No lo denunció porgue la Iglesia católica tiene una especie de doble vara de medir: rigorismo con respecto a todo lo relacionado con la sexualidad humana; flexibilidad con respecto a lo relacionado con el dinero, las riquezas materiales, las finanzas (Cajasur, Banca Ambrosiana, apoyo a dictaduras militaristas y neocapitalistas...).

     Asimismo, podría haber aprovechado, al tiempo que predicaba su exhortación a huir de la fornicación, para denunciar que algunos obispos católicos, compañeros suyos en el episcopado español -algunos críticos aseguran que serían “no pocos prelados”-, es un secreto a voces que son “eminentemente” hipócritas, trepas, intelectualmente muy mediocres, burócratas y figurones. Qué pasa, ¿que no lo hizo porgue haberlo hecho habría sido juzgar a esas personas? ¿Sucede que no lo hizo porgue tampoco lo creyó oportuno o porque lo cree falso de toda falsedad o porque practica una suerte de muy católico corporativismo? Sospecho que mucha gente en España se pregunta lo que yo con estas dudas.

     Y por si todo lo anterior fuera poco, ¿no podía y aun debía el obispo Demetrio Fernández haber aprovechado para denunciar los bajísimos niveles de fe comprometida o militante que imperan en la Iglesia católica española, progresivamente suplantados por altas dosis de hipocresía, nepotismo, burocratismo y falso progresismo mundanizante? Qué vuelve a pasar, ¿que los obispos españoles no tienen ninguna responsabilidad en que la situación sea la que es en la Iglesia católica en España?

     Nos preguntamos. Simplemente.


Postdata: aunque no pocos lectores van a considerar que se me “ve demasiado el plumero” con este anuncio que incluyo en la sección Postdata, dado que no estoy encontrando más que indiferencia, evasivas y desprecios sobre todo por parte de las autoridades de la Iglesia católica en la Diócesis de Canarias, a la hora de difundir mi libro ¿La Iglesia católica? Sí; algunas consideraciones, por favor (Madrid, Vitruvio y Nostrum, noviembre, 20ll), si no me suprimen las líneas de este apartado los medios que estimen conveniente publicar este mi artículo, aprovecho para dar las gracias. Porque es que justamente en el citado ensayo desarrollo más detenidamente lo denunciado en este mi “¿Palabras de Él?”

     Y porque mantener el espíritu libertario no puede sino pasar por intentar actuar de forma diferente a como actuaría el expresidente Zapatero, pongamos: le ponen sobre la mesa 700.000 euros por publicar sus memorias, con las que no sé si venderá algo más que humo y “milongas”, en tanto uno... En fin.

Enero, 2012. Luis Henríquez Lorenzo


 

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