Settimo Manelli (1886/1978) fue un profesor italiano que se casó, a los 38 años de edad, con la joven de 17 años también italiana Licia Gualandris (1907/2004), ama de casa, sus labores. Tuvieron 21 hijos, los mismos años que él le pasaba a ella: cinco murieron por abortos naturales, otros 3, siendo muy niños. También destacaron, o sobre todo, por una intensa vida de piedad católica.
Como que la Iglesia los quiere hacer santos, juntos, la Iglesia lo que desea es canonizar el matrimonio formado por Settimo Manelli y Licia Gualandris. Quiere proponerlos al común de los fieles, al Pueblo de Dios, como modelo de matrimonio fecundo, confiado en la Providencia, desde la intensa generosidad y la espiritualidad.
Asimismo, en el año 2001 el papa Juan Pablo II canonizó al matrimonio también italiano formado por Luigi Beltrame y María Corsini. Padres de 4 hijos, subieron juntos a la santidad de los altares. Y también beatificó Juan Pablo II a Louis Martín y Zélie Guérin, franceses, padres de 12 hijos, entre ellos nada menos que la futura santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia (en la que solo hay tres doctoras: Catalina de Siena, Teresa de Ávila y Teresa de Lisieux, a la espera de que lo pueda ser también la filósofa y judía conversa Edith Stein, mártir en un campo de concentración nazi, esto es, santa Teresa Benedicta de la Cruz).
Hace siglos, la Iglesia beatificó a Isidro Labrador y a María de la Cabeza, marido y mujer, pero los canonizó por separado. Y por último, el matrimonio español formado por Manuel Casesnoves (1904/1958), farmacéutico de Játiva, y Adela Soldevila, ama de casa (1906/1988), padres de 9 hijos, más 2 sobrinos huérfanos que acogieron, parece que también va camino de los altares, juntitos los dos. Aunque inicialmente Manuel Casesnoves no secundaba a su novia en la piedad religiosa católica de esta, la insistencia de Adela obró el milagro: acabó acercando al bueno del farmacéutico valenciano a la práctica heroica de la fe católica. Y tanto: la Iglesia ha iniciado la causa de beatificación del citado matrimonio.
Pero henos aquí que siendo así lo que he presentado, me gustaría plantear por escrito, en voz alta, qué pensarán las feministas y aun ultrafeministas metidas en la Iglesia, de los testimonios de vida matrimonial que he traído a este post. Y qué piensan de estos testimonios todas las mujeres jóvenes, incluidas las burócratas católicas enchufadas en trabajos de la Iglesia (escuela católica, profesorado de Religión católica en la escuela pública, facultades de teología, Cáritas y otras movidas asistenciales), que sienten auténtico pavor a tener más de 2 hijos... Como que suelen usar métodos anticonceptivos una vez alcanzan la parejita, este es un secreto a voces (métodos deslegitimados por la Iglesia... que les da de comer); casi todas, honrosas excepciones aparte, que solo Dios conoce y que a mí, por supuesto, no me compete enjuiciar, ni me interesa siquiera.
Y resulta que viven en lo profesional de la Iglesia, en tanto a un servidor que escribe estas líneas han puteado sin misericordia desde la mismísima Iglesia. A un servidor, sí, mediocre y pecador, sin duda, pero sin embargo confesante de la fe en fidelidad al Magisterio, inmensamente más culto que la gran mayoría de los "enchufados" eclesiales, y confesante de su deseo de formar un matrimonio cristiano militante (esto es, solidario, espiritual y abierto con generosidad a la vida), que al fin y a la postre ha venido a ser una de las razones, acaso la principal, de no haberse casado, pues hoy por hoy en la descristianizada España es casi imposible encontrar una mujer joven deseosa de formar un matrimonio cristiano así como Dios manda, y como la Iglesia sigue queriendo. Un matrimonio no digo para concebir 10 o 12 hijos, igual tampoco es esto, dadas las imperiosas circunstancias de nuestro tiempo, dada la incorporación de la mujer al mercado laboral (una amiga mía, funcionaria del Estado, 3 carreras, 44 años, madre de 4 hijos, intensa actividad pastoral, lo dice en su Whatsapp: "Con cuatro basta"), pero sí para intentar una cierta generosidad, más allá de la consabida parejita, que es el rollo pequeño-burgués que se ha ido incrustando en la conciencia del fiel católico de hoy día.
De manera que sigo esperando (en vano, me figuro) que alguno de los tantos eclesiásticos que han pasado de mí, me quiera explicar qué demonios está pasando en la Iglesia católica. (Es decir, los curas y los obispos, por lo común o por lo general, ¿proponen estos modelos de matrimonio a la comunidad católica en los tiempos que corren?) Al menos para contrastar con mi opinión al respecto, que creo tengo muy formada. A saber: la Iglesia católica se ha ido mundanizando tan a lo bestia que...
Que de qué sirve, también suelo preguntarme, tratar de ser fiel al Magisterio, si resulta que hoy día parecen contarse con los dedos de la mano y aún así sobrar dedos los fieles católicos deseosos de fidelidad al Magisterio: como que no parecen serlo (al menos es lo que parecen, solo Dios conoce los corazones y el sagrario de las conciencias)ni los que, en lo profesional, viven de la Iglesia católica.
Luis Henríquez. 30 de abril, 2013.
De manera que tal certeza debe formar parte del núcleo esencial de mi vida creyente, esto es, de mis convicciones de discípulo de Cristo que camina con la Iglesia católica.