viernes, 27 de junio de 2014

"Lento a la ira y rico en piedad"


Conocemos por la revelación bíblica que el corazón de Dios es misericordioso, "lento a la ira y rico en piedad". Y esto que conocemos del corazón de Dios, ya anticipado sobre todo en el judaísmo sapiencial y profético, culmina en el corazón de Cristo, alcanza su plenitud en el mensaje cristiano.

De modo que como bien recordaba el papa Francisco en su homilía de ayer en Santa Marta, Jesús no fue un fariseo moralista, tampoco un saduceo (y mucho menos un cínico, si bien algunos historiadores del cristianismo primitivo han emparentado parcialmente a Jesús con el movimiento filosófico sobre todo griego de los cínicos), ni un revolucionario zelota, por más que entre sus allegados hubiera simpatizantes de la lucha armada subversiva contra el poder opresor romano.idem supra

Jesús el Cristo, el Señor, predicó un mensaje moral radicalmente exigente; para el ateo F. Nietzsche, imposible de ser vivido, hasta el extremo de que afirmara aquello de que el cristianismo murió en la cruz con Cristo. Desde la misericordia entrañable de Dios para con sus hijos e hijas, Cristo Jesús nos revela a un Dios que es "Abba", esto es, "papaíto". Un Dios exigente, ciertamente, que nos pide todo, que nos va pidiendo una entrega creciente en pos de la perfección ("Sean ustedes perfectos como mi Padre del Cielo es perfecto", nos exhorta el Señor), pero que es misericordioso, y que perdona siempre, y que acoge y hace fiesta cuando el hijo pródigo se arrepiente (véase la parábola homónima correspondiente, una de las más emotivas de todo el Evangelio), pide perdón, y torna al Padre.


1 de julio, 2014. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.

1 comentario:

Unknown dijo...

Al morir Jesús en la cruz nació la esperanza de la reconciliación y salvación de la humanidad con Dios ese madero que aparentemente dio muerte y dolor es signo de amor más grande y victorioso que Dios ha mostrado, allí Jesús ganó para nosotros la salvación si es que la queremos, al pie de ella ganamos una madre y la posibilidad de reconciliarnos siempre con el Padre.