jueves, 29 de enero de 2015

"En la actualidad se llama Diego Neria Lejárraga"


Ni que decir que la persona llamada Diego Neria Lejárraga, a quien no conozco de nada, me merece respeto. Teniendo nombre de varón y conociendo, por la noticia que leo en Infovaticana,  de su condición de transexual, es obligadamente consecuente, digámoslo así, considerar que el actual Diego Neria Lejárraga nació mujer.

Y ha visitado al papa Francisco, este pasado 24 de enero, en la residencia de aquel en Santa Marta. Pero es más, ha trascendido que el viaje al Vaticano de Diego Neria Lejárraga, y el de su actual pareja, que es enfermera,  ha sido íntegramente costeado (me figuro que ese “íntegramente” significa avión, transportes diversos por tierra, estancia...) por el obispado de Plasencia, con el visto bueno del nuncio de Su Santidad en España Renzo Frattini.

Sorprendente. Con todo respeto hacia el ciudadano extremeño Diego Neria Lejárraga, insisto en que sorprendente, sin duda, desconcertante. Con todo respeto hacia la realidad existencial del ahora señor Diego Neria Lejárraga, hacia sus sufrimientos por su orientación transexual -colectivo o grupo humano que ciertamente ha sufrido muchísima discriminación y estigma social-, no deja de desconcertarme -y también enrabietarme, ¿por qué no decirlo?- el trato de favor que ha recibido de la Iglesia un señor que “objetivamente”, sin entrar en detalles sobre su vida íntima, su intención, su conciencia, la autenticidad o no de su fe católica, etcétera, vive al margen de la moral tradicional católica, máxime considerando que conozco al menos cinco casos (¡me figuro los que podrá haber solo en España!) de seglares esforzadamente militantes, en tensión de fidelidad a Cristo y a su Iglesia, quienes, a pesar de su entrega a la construcción del Reino de Dios y su justicia y a pesar de gestos de generosidad y de fidelidad eclesial y de renuncias personales muy comprometedoras, muy exigentes, no han merecido sino el rechazo, el ninguneo y el desprecio de los responsables eclesiásticos máximos de la Diócesis de Canarias.idem supra

No soy yo en este caso quien juzga, pues siendo pecador, indudablemente, diríase que inconteniblemente pecador, a lo que me limito es a constatar que la práctica de la homosexualidad en cualquiera de sus variantes (entre hombres, lesbianismo, bisexualidad, transexualidad, etcétera) es rechazada por la doctrina de la Iglesia. Así figura en todos los documentos del Magisterio, verbigracia, en el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado durante el pontificado del santo papa Juan Pablo II siendo en ese entonces el actual emérito Benedicto XVI, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe como cardenal Joseph Ratzinger. Tampoco pretendo, ¡lo que me faltaba!, marcar la hoja de ruta de Jorge Mario Bergoglio como Sumo Pontífice: es su responsabilidad máximamente exigente a los ojos de Dios como sucesor de Pedro, y a las personas que recibe o deja de recibir, bueno... Amén de que en mis escritos, sin ir más lejos, manifiesto mi determinación de creer cum Petro et sub Petro, más allá de que en efecto en la actualidad hay católicos, apostólicos y romanos -dicen algunos que en número creciente- que niegan todo al papa Francisco, su legitimidad como sucesor de Pedro.     


Con todo, a decir verdad y queriendo llamar al pan pan y al vino vino, uno no consigue fácil salir de un cierto asombro, pese a lo que acabo de reconocer,  ante noticias como esta. Salvo que todo sea un vulgar “montaje”: ni sabemos nada del ciudadano español Diego Neria Lejárraga, ni ha visitado al papa Francisco, y por tanto el obispado de Plasencia no le ha pagado viaje alguno al Vaticano, ni a él ni a su enfermera pareja. Con lo cual entonces quedaría en muy mal lugar un portal como Infovaticana. Y de paso quedaría salpicado un forista como yo, que además se tiene por modesto apologeta de la fe católica, apostólica y romana. Solo que en principio, una web como Infovaticana, imperfecta y siempre mejorable, por supuesto,  me merece bastante crédito.

Igual será cosa de seguir frotándose los ojos. Que no raramente la realidad supera a la ficción, por lo demás paradigma que conocemos sustenta el imaginario ficcional del llamado realismo mágico en la literatura hispanoamericana.

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