lunes, 14 de mayo de 2018


“A propósito de la reciente carta pastoral del Santo Padre Benedicto XVI a la Iglesia católica en Irlanda”

 

 

Leída por quien estas líneas escribe despaciosamente, la reciente carta pastoral del papa Benedicto XVI –se hizo pública este pasado 19 de marzo, festividad de san José, esposo de la Virgen- a la Iglesia católica en Irlanda, me parece impecable, completísima. Y la recibo como muy sincera, entrañablemente sincera, de modo que si no lo es, si no es sincera y muy sentida sino oportunista, demagógica, hipócrita, ocultadora y justificadora (en fin, las críticas que se han vertido ya sobre la misma, incluso desde ambientes supuesta o realmente católicos), la justicia de Dios también le pedirá cuentas al Papa actual. Y esto él lo sabe muy bien, como no podía ser de otra manera: a mayor cantidad de talentos recibidos, mayor severidad de Dios mismo en pedir cuentas, no obstante ser infinita la misericordia de Dios (cfr. Mt 25, 14-30).

     Pero porque es muy oportuna, muy equilibrada, auténtica y sincera, y evangélicamente muy sólida, muy bien fundamentada, no entiendo -y a la vez creo que sí entiendo, porque se trata de muy posibles enemigos de la Iglesia y hasta cristofóbicos- que desde un medio digital como Elplural, de Enric Sopena, se acuse a la Iglesia –es decir, al Papa, la diana contra la que disparar es el obispo de Roma- de tibieza ante los casos de pederastia. A decir verdad, ese entender y no entender mío a lo que me conduce es a sospechar que de lo que se trata en ese medio y en otros similares no es sino de atacar a la Iglesia, por cualquier motivo que sea, que ahora es muy grave, la pederastia, pero que podría ser cualquiera, venga o no venga a cuenta, por activa y por pasiva; incluso, no lo dudo, aunque haya que mandarlo a fabricar.

     El documento papal escrito con ocasión de los terribles escándalos que asolan a la Iglesia católica en Irlanda, desde luego es muy delicado y sensible en denunciar el horrible mal moral causado a los niños por esos sacerdotes y religiosos católicos irlandeses. Lo es a lo largo de todas sus páginas, de sus catorce apartados más la coda de una oración final, pero sobre todo en los apartados 6 y 9 (titulados, respectivamente, "A las víctimas de abusos y a sus familias", "A los niños y jóvenes de Irlanda"). Entonces, siendo como me parece que es ese documento reciente, por qué , me pregunto, determinada progresía eclesial desde "Redes Cristianas" acusa, a mi humilde modo de ver de manera muy grave, al propio Benedicto XVI de mostrar poca sensibilidad hacia las víctimas de la pederastia, es decir, hacia los niños. Tal acusación de insensibilidad me parece que no aparece por ningún lado de la carta pastoral del Santo Padre, que sí más bien sobreabunda en manifestaciones de profunda consternación por lo sucedido, sólo que desde la esperanza salvífica de Cristo, que todo lo puede, que todo lo alcanza, que todo lo sana, incluso el delito y el pecado horribles de la pederastia (verbigracia, la gran mística y activa militante cristianolibertaria norteamericana Dorothy Day fue madre soltera, mujer divorciada, abortó voluntariamente una vez, practicó la anticoncepción y el amor libre, y sin embargo hoy día va camino de ser santa en la Iglesia católica). Los que critican al Papa desde las filas del progresismo eclesial, nada dicen de esto.

     Como tampoco dicen la verdad, me parece, cuando en un comunicado que acaban de hacer público desde esa plataforma ultraprogresista que se llama  Redes Cristianas, pretextan que al Papa en esa carta pastoral lo más que parece importarle es salvar el "honor" de los sacerdotes y religiosos irlandeses pederastas, en detrimento del dolor moral de los niños de los que se ha abusado. Más de lo mismo: leyendo detenidamente el texto papal, no veo esa supuesta intención del Papa por ningún lado, la verdad, ni esos olvidos.

     También el Papa en la carta pastoral que nos ocupa no duda en ningún momento en reconocer la necesidad de la actuación de las leyes civiles para los casos de pederastia perpetrados por eclesiásticos católicos; pero sobremanera, como no podía ser de otra forma además, el Papa trata de insistir en lo que le es a él incluso más propio, en función de su condición de Pastor de la Iglesia universal, a saber, la denuncia, y consiguiente exhortación a la sanación, de un acto que es un delito para la sociedad civil, cierto, pero que es un muy execrable pecado para la fe de la Iglesia.

     De nuevo, lo confieso, me vuelve a sorprender un pronunciamiento proviniente del progresismo eclesial, pues me parece apreciar en el mismo, más que auténtica fe cristiana filial, ganas de chinchar, de punzar, de dar caña, de herir a la Iglesia universal, sobre un trasfondo que parece como de resentimiento. Hasta tal extremo es la cosa, que incluso a en algunos de sus pronunciamientos parece detectarse algo así como una intención de involucrar a Benedicto XVI en el espinoso y dramático asunto de los escándalos de pedofilia, efobofilia y pederastia que están salpicando a cientos y cientos de religiosos y sacerdotes católicos. Como si no contentos con fomentar una suerte de Magisterio paralelo ni que decir que contrario al Magisterio cum Petrus et sub Petrus, ahora como que si trataran incluso de salpicar al Papa actual con insinuaciones sobre su responsabilidad directa en casos de abusos sexuales a menores perpetrados por eclesiásticos…

 

     En fin, papas espantosamente inmorales claro que los ha habido en dos mil años de historia de la Iglesia católica (polígamos, adúlteros, promiscuos, incestuosos, homosexuales pederastas o corruptores de menores, conspiradores, sanguinarios, déspotas, incultos a más no poder, nepotistas, simoniacos, fallecidos en pleno acto sexual adúltero, envenenadores y a su vez víctimas de envenenamientos…), pero los últimos papas, los del siglo XX –por no remontarnos a los cuatro primeros siglos del cristianismo: los cincuenta y pico primeros papas son hoy venerados como santos, y la mayoría, mártires-, no es que hayan sido perfectos, claro que no, pero sí que han sido, a pesar de algunas sombras en sus vidas y en sus pontificados, buenos vicarios de Cristo en la tierra. Y que esto tenga que decirlo yo, cuando lo cierto es que lo callan o lo tergiversan hasta prestigiosos profesores de Teología en centros dependientes de la Iglesia, a la que fustigan día y noche a pesar de que de ella comen… 

 

 

24 de marzo, 2010. LUIS ALBERTO HENRIQUEZ LORENZO. Licenciado en Filología Hispánica. Profesor de Lengua y Literatura españolas.

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