"A pesar de todos los reclamos del laicismo"
¡Viva la libertad de expresión, la pluralidad de planteamientos, de dones y carismas, de caminos espirituales, de talentos con los que arrimar el hombro para la construcción del Reino de Dios y su justicia...!
Sin embargo, la verdad es la verdad, aunque la diga la
Iglesia y la pretenda negar el secularismo progre que -lo señalo sin ánimo ni
oportunidad alguna aquí y ahora de polemizar-, cierto que se ha ido colando en el
seno de la Iglesia misma. Se lo he escuchado decir a muchos católicos ilustres;
en España, por ejemplo, a ese místico en la acción que se llamó Marcelino
Legido: "El mundanismo se ha acabado colando en la Iglesia hasta su mismísima
cocina, hasta el cenáculo".
Es verdad, es verdad aunque nos duela -a mí
el primero, conste, que soy pecador como todo hijo de vecino-. Por ejemplo, este texto precioso del
cristianismo primitivo titulado El pastor de Hermas ya señala la necesidad de
la confesión de los pecados; solo que en verdad, ese texto de los orígenes del
cristianismo no inventa la confesión, que tiene suficiente base escriturística
como para echar por tierra las inconsistentes acusaciones contra ese sacramento
provenientes de los hermanos protestantes, y sí más bien exhorta al cumplimiento de
algo que es sustancial a la vivencia del misterio de la fe cristiana.
Lo
mismo sucede con la homosexualidad. Hay una relativa abundancia de textos
patrísticos en que se condena la práctica de la homosexualidad, de modo que,
seamos serios, oponerse a toda esta tradición, que es un lugar teológico
fundamente absolutamente imprescindible (en términos de fe, conste, no en
términos de ciencia estrictamente hablando, de suerte que los Santos Padres ni eran ni tenían
que ser científicos sensu estricto), es mucho pedir.
Con todo, yo lo que
propondría es que, dado que la condena de la práctica de la homosexualidad está
muy clara en toda la Sagrada Escritura, lo que toca es poner el acento en un
reto, o que lo parece al menos, a saber, contrarrestar los argumentos con que muchos
defensores de la homosexualidad hablan de que la Iglesia y demás detractores no
católicos de la sexualidad homosexual carecen de razón al condenar la
homosexualidad activa como práctica antinatural, toda vez que el tradicional
concepto de ley natural ha de revisarse a fin de depurarlo de contagios espurios
excesivamente biologicistas y morales, según argumentan.
Para mí, al
menos hasta la fecha -y mientras no se me demuestre lo contrario con argumentos
revisionistas más sólidos-, me parece todo ello una simple coartada para meter
la baza de la homosexualidad activa o sexualidad homosexual.
Alberto de Luis el 18/02/10 a las 12:43 PM; el 20 del 5 de 2018, Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.
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