domingo, 13 de mayo de 2018

faycán real del sur
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Tengo entendido que el cardenal arzobispo de Lima, capital del Perú, en entrevista reciente con el candidato de izquierdas Ollanta Humala, ha logrado de éste la promesa de que su gobierno, de salir elegido en las inminentes presidenciales, respetará lo que para la Iglesia católica es doctrina inamovible, inviolable: el rechazo del aborto, el divorcio y las reivindicaciones de los colectivos homosexuales.

A ver. Estoy a favor de la postura del cardenal Juan Luis Cipriani, aunque él sea del Opus Dei y yo ni siquera simpatice mucho con esa organización. Sin embargo, no puede evitar una vez más experimentar una perplejidad que para algunos será una simple majadería, para otros un lugar común, y aun para otros muchos una lamentable constatación, a saber, el porqué las autoridades de la Iglesia católica no muestran ni la más mínima fisura a la hora de condenar el aborto voluntario, que no admite justificación alguna, y empero nunca se han mostrado tan firmes en la condena de la pena capital o pena de muerte, que aplicó el dictador Francisco Franco durante 40 años en  España, por ejemplo, o que existió legal en el Chile de Augusto Pinochet, que tanto apoyo de la Iglesia católica encontró. Que yo sepa, la Iglesia católica en España durante la dictadura franquista no le plantó la mosca al general Franco porque éste, en la Constitución que autoritariamente había él mismo impuesto, aplicara cientos, miles de condenas a muerte.

Desde luego, acabaré con algo que creo sinceramente, aunque puede que para muchos no sea sino una aberración, o un disparate moral. Es esto: la vida ha de ser respetada desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, vale, de acuerdo. Sin eximentes. Sin embargo, ahí va el talvez disparate, exabrupto o herejía: un feto, ese ser vivo que llamamos nasciturus, sufre siempre menos al morir que un adulto, pues en gran medida el dolor moral depende del grado de conciencia que se tenga.

Con lo anterior no quiero plantear, ni remotamente, que dado que los seres vivos que llamamos nasciturus sufren menos al morir que las personas adultas secuestradas, torturadas y finalmente fisuladas (o ahorcadas, gasificadas, o ejecutadas de la forma que fuere), el aborto ha de contar con alguna clase de justificación. No. Pero entonces, ¿por qué a menudo sí ha sucedido que la Iglesia católica, es decir, sus pastores, se han mostrado “comprensivos” con la pena capital, y hasta la han consentido?

Creo ser consciente de que mucha gente sigue percibiendo que es parodójico lo anterior; algunos, me figuro, incluso llegarán más lejos y acasarán a la Iglesia católica de incoherente, de hipócrita, de tener como dos varas de medir.




ATRIO

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