lunes, 14 de mayo de 2018

faycán real del sur
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¿Antonio Rouco Varela no vive en un palacio, palacio episcopal? ¿No cuenta con servidumbre para todo? ¿No dicen que acostumbra a prodigar, valga la redundancia, gestos que implican sumisión a él de los otros que le rodean, y consiguiente o ulterior poder suyo desplegado…? ¿No es acaso un príncipe de la Iglesia? ¿No le rinden pleitesía no pocos políticos, empresarios, etcétera? ¿No gusta de que le besen reverencialmente la mano y de que le llamen eminencia reverendísima?

Desde luego, sólo DIOS conoce el sagrario de la conciencia del cardenal Rouco. Nunca se insistirá lo suficiente en esto. Por ello, el corazón creyente de Rouco Varela puede que sea muy compasivo y misericordioso, ¿por qué no? Puede. Sin embargo, el fasto que rodea su vida, el poder sagrado pero también mediático y hasta político de que está revestido y asistido, muchas de sus manifestaciones y declaraciones públicas (como la reciente sobre los indignados del Movimiento 15 de Mayo) , que parecen claramente conservadoras, invitan a suponer al menos, a conjeturar que la espiritualidad y la mentalidad del cardenal Antonio María Rouco están bastante alejadas del común sentir de las gentes sencillas. Alejadas de las preocupaciones por ganarse los garbanzos, gravosa tarea para millones de españoles de nuestros días. Alejadas del tenebroso futuro que se cierne sobre cientos de miles de jóvenes y no tan jóvenes españoles veinteañeros, treintañeros, cuarentones, cincuentones… Alejadas de la ruda crudeza de tener que trabajar en la economía sumergida. Alejadas del desgarramiento que a menudo supone tener que emigrar en busca de mejores condiciones de vida…

De manera que igual el cardenal Rouco Varela es un santo a los ojos de Dios; pero a los ojos de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo, me temo que más bien parece un príncipe de la Iglesia, un eclesiástico revestido de grandeza y poder. Si me equivoco en mis apreciaciones y puede parecer que estoy juzgando a otra persona,en este caso muy ilustre, D. Antonio María Rouco Varela y sobre todo Dios me perdonen.



atrio

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