domingo, 13 de mayo de 2018

luis alberto henríquez lorenzo

Aunque ha pasado más de un mes de la muerte de JULIÁN y, en vista de esto, puede interpretarse que intento sacar lecha del árbol caído, no quiero dejar de manifestar lo siguiente. Todos tenemos derecho a discrepar de los postulados de cualquier persona si estos creemos que no coinciden con los nuestros, pero ello no impide una valoración “de conjunto” sobre las personas. Con esto que digo quiero dar a entender que aunque no siempre me pareció entender a JULIÁN y a veces o a menudo me pareció que debía discrepar de sus métodos, JULIÁN ha sido para mí una de las personas más impresionantes jamás conocidas. Esto no ofrece para mí duda alguna, más allá o más acá de mis discrepancias. Debemos dar gracias a DIOS por habernos “regalado” a alguien tan descomunal y heroicamente comprometido en la lucha por la liberación-promoción de los empobrecidos. Esto en la vida de JULIÁN fue una constante verdaderamente ejemplar. Ojalá hubiera habido en España más militantes como él, es decir, militantes cada uno con su carisma y con sus modos y maneras -cada maestrillo ha de tener su librillo-, pero militantes de una pieza no vendidos al posibilismo reformista de los poderosos o de los amigos de la concertación. Dios ya le ha perdonado sus fallos, sus errores, sus rabietas, sus pecados, pero lo habrá acogido en su seno porque intentó vivir radicalmente un modelo testimonial de vida en el que quedara de manifiesto que el plan de DIOS para el hombre y para el mundo no consiste en acumular riquezas, poder, prestigio, placer…y síen amar a fondo perdido, en la fidelidad a la lucha solidaria, especialmente en los momentos en que parece -así son los tiempos actuales- que la mayoría de la sociedad no lucha, claudica a los encantos de la buena vida burguesa, insolidaria y materialista. Esta es para mí la herencia de ese gran hombre que fue Julián, prototipo, como lo define Heleno Saña, del militante obrero. Sin duda, ver y escuchar a julián era -para mí siempre fue esa la impresión que experimenté- como retroceder en el tiempo y escuchar el verbo y el testimonio encendidos de los grandes militantes del movimiento obrero, luchadores de verdad por la justicia y no como los políticos de hoy, auténticos “vividores” que engañan a los incautos. Esto es todo.




ATRIO

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